domingo, 15 de noviembre de 2015

Un cuento de Enriqueta Güel

La taza de café

Soy una taza de café. Quedé con restos sobre la mesita del bar. Mi compañera está a mi lado, llena, sin tocar y fría. Muy fría. Tomás me vacío hace más de dos horas.
  Tomas había llegado con semblante de alegre expectativa. Pidió al mozo que nos trajera bien tiradas y al lado de mi compañera dejó una rosa roja. La rosa roja, todavía, está en el mismo lugar y muestra señales de agotamiento. Su belleza se marchita de a poco por el tiempo y por la tristeza. Esa tristeza la contagió Tomás. Pasaron esas dos horas y no llegó la mujer a quien Tomás esperaba. Fueron dos horas desesperantes, con un paso de ilusión a decepción sin escalas.
   El enamorado pagó y se retiró tan solo como llegó, pero con una lágrima como acompañante.

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